Prácticas
del Lenguaje/ Lengua y Literatura Prof. Grobas, Andrea
El mito
Un
mito es una narración maravillosa protagonizada por dioses,
héroes o personajes fantásticos, ubicada fuera del tiempo histórico, que
explica o da sentido a determinados hechos o fenómenos. La palabra, como
tal, proviene del griego μῦθος (mythos).
Los
mitos tienen por lo general un origen oral y tradicional, herencia de las
épocas primarias de las culturas, en las que era necesaria la construcción de
un relato y un imaginario narrativo para “explicar” el origen de las cosas o
ciertos códigos de conducta. Precisamente por ello, los mitos varían
enormemente en su transmisión a lo largo de las generaciones y por lo general
existen distintas versiones de un mismo mito.
Los
mitos, en este sentido, forman parte del sistema de creencias de un
pueblo o cultura. Considerados en conjunto, los mitos conforman una mitología.
La mitología, como tal, es la que sustenta la cosmovisión de una
cultura, es decir, el conjunto de relatos y creencias con los cuales un
pueblo se ha explicado tradicionalmente a sí mismo el origen y razón de ser de
todo lo que lo rodea.
En
este sentido, los mitos ofrecen explicaciones sobre el origen del mundo (cosmogonía),
de los dioses (teogonía), del hombre en la Tierra (antropogénicos),
de la fundación de las culturas y las naciones (fundacionales), de los
seres, las cosas, las técnicas y las instituciones (etiológicos), así
como sobre el origen del bien y el mal (morales) y relatos asociados con
la idea del fin del mundo (escatológicos).
Los
mitos responden preguntas existenciales (¿quiénes somos?, ¿de dónde
venimos?, ¿hacia dónde vamos?, ¿por qué estamos aquí?) y ofrecen explicaciones
tradicionalmente aceptadas por el pueblo, que se han venido trasmitiendo de
generación en generación a lo largo de los siglos de manera oral o escrita.
Teseo y el Minotauro
Teseo
es, al mismo tiempo, el amigo y el rival de Hércules, en cuanto a celebridad se
refiere. Ambos son los legendarios héroes de sus respectivas ciudades: Atenas
con relación a Teseo y Tebas con relación a Hércules. Y su rivalidad es la
expresión de la rivalidad entre ambas ciudades, en su intento de superarse la
una a la otra, a través de sus héroes. Al igual que Hércules, también Teseo
luchó contra las Amazonas, Centauros, Gigantes, bestias salvajes y bandidos. En
estas páginas presentamos su más célebre hazaña: la lucha, cuerpo a cuerpo,
contra el Minotauro.
Hace
ya mucho tiempo, los distintos pueblos de Grecia tenían por costumbre convocar
a los jóvenes, de vez en cuando, para participar en competiciones deportivas:
carreras, lanzamientos de disco, lucha libre, etc. La más célebre de estas
competiciones deportivas se llevaba a cabo en Olimpia, cada cuatro años, siendo
esta celebración el antecedente de los actuales Juegos Olímpicos. El vencedor
era homenajeado y respetado por todos, no sólo porque era el más fuerte, sino
también porque estos juegos se celebraban en honor de los dioses.
En
una ocasión, el campeón de Atenas se enfrentó, cuerpo a cuerpo, con el hijo de
Minos, rey de la isla de Creta. El campeón perdió y los atenienses, humillados,
dieron muerte al vencedor. El rey de Creta no les perdonó nunca semejante
crimen. Declaró la guerra a Atenas, se apoderó de la ciudad y, en represalia,
ordenó que anualmente, durante treinta años, catorce jóvenes atenienses de
ambos sexos fueran llevados a Creta para que el Minotauro los devorara.
El
Minotauro era un monstruo, mitad hombre y mitad toro, que se alimentaba de
carne humana. Vivía en Creta, encerrado en su laberinto. Los corredores de su
palacio eran tan enredados y los aposentos tan numerosos que nadie podía
encontrar la salida. Quien en él penetraba no tenía ninguna posibilidad de
escapar de las fauces del monstruo. Los atenienses estaban consternados por la
idea de entregar a sus hijos a una muerte tan horrible. Pero, ¿qué hacer?
¿Habría entre ellos alguien lo suficientemente valeroso como para enfrentarse a
ese monstruo y derrotarlo? Pero, aunque consiguiera matarlo, ni él ni los
jóvenes podrían salir nunca del laberinto y perecerían de hambre y sed. En
medio de esta desesperación general, llegó Teseo.
Teseo
era hijo de Egeo, rey de Atenas, pero había pasado toda su infancia con su
madre, en una ciudad al sur de Grecia. Era muy fuerte y hábil en la lucha y
aprovechó su viaje a Atenas para limpiar la ciudad de bandidos, a cual más
perverso. Uno de esos bandidos obligaba a sus prisioneros a arrodillarse ante
él para que le lavaran los pies y, luego, de una patada los arrojaba desde lo
alto de una montaña.
La
ciudad, agradecida, lo acogió con gran alegría y su padre le dijo:
—Gracias
a ti, los viajeros que llegan a Atenas ya nada han de temer. Eres digno de
sucederme, a mi muerte. Acabamos de sortear qué jóvenes deberán ser entregados
al Minotauro y nos disponíamos a conducirlos al barco que los llevará a Creta.
Teseo,
al oír los lamentos de las madres, a las que les arrebataban a sus hijos, se
apiadó de ellas y decidió acompañar la expedición para enfrentarse al
Minotauro.
—¡Ay,
hijo mío, no saldrás vivo de semejante combate! —exclamó su padre—. No debes
poner a prueba tu suerte. Si no formas parte de las víctimas, ¿por qué tienes
que sacrificarte voluntariamente?
—Padre,
confía en mí —respondió Teseo—. Regresaré sano y salvo y para que seas el
primero en tener noticias de mi victoria, antes de abandonar Creta, reemplazaré
la vela negra de nuestra nave por una vela blanca, así sabrás que nada me ha
sucedido.
Cuando
Teseo y los jóvenes atenienses, destinados al Minotauro, desembarcaron en
Creta, sus habitantes se agruparon para verlos pasar. Entre los curiosos estaba
Ariadna, la hija de Minos cuyo corazón fue conquistado, al instante, por Teseo.
Al averiguar que era el hijo del rey de Atenas y que se había entregado
voluntariamente, y admirada por su valor, quiso prestarle ayuda. Aunque fuera
fuerte y valeroso, Teseo, por sí mismo, nunca conseguiría salir del laberinto.
Así que Ariadna le dio un ovillo de hilo y le dijo:
—Yo
aguantaré un extremo del hilo y tú el otro, irás devanando el ovino a medida
que avances por los corredores del laberinto. ¡No se te ocurra soltar el hilo!
Para encontrar la salida no tendrás más que enrollar, de nuevo, el hilo.
Teseo
siguió, al pie de la letra, las instrucciones de la princesa, dirigiéndose al
encuentro del Minotauro, seguido por el cortejo de las jóvenes víctimas.
Ariadna sostenía el hilo, que vibraba cada vez que Teseo hacia un movimiento,
pero, de repente, oyó los horribles mugidos del monstruo. El hilo, sostenido
por la mano de Ariadna, se movía a gran velocidad, al cabo de un momento se
quedó quieto. Los gritos del Minotauro cesaron ¿Qué significaba ese silencio?
¿Qué ocurría? La angustia oprimió el corazón de Ariadna. El hilo volvió a
moverse, la joven volvió a oír gritos… ¡eran gritos de alegría, el Minotauro
había muerto! Los atenienses pudieron salir del laberinto gracias al ovillo de
hilo y Teseo se precipitó en los brazos de Ariadna. Después, como todos querían
regresar cuanto antes a Atenas, embarcaron en la nave y Ariadna partió con
ellos, para casarse con Teseo.
Durante
la travesía, una violenta tempestad sacudió los mares e hizo que Ariadna se
marease. Se detuvieron en la isla de Naxos para que la joven pudiera descansar.
Ella, totalmente agotada, se durmió enseguida. El temporal amainó y los marinos
se mostraron impacientes por irse de allí. Entonces, Teseo dio la orden de
embarcar, abandonando a la joven durmiente en tierra. Cuando ésta despertó, fue
corriendo a la playa, gritó y se lamentó, en vano: sólo las gaviotas, con sus
gritos, le respondieron. ¡El ingrato Teseo la había abandonado! Pero, los
dioses velaban por ella. Dionisios, que pasaba cerca de la isla, oyó los
lamentos de Ariadna. El dios del vino se apresuró a socorrerla. La consoló de
tal manera que la joven olvidó su pena y Dionisios la encontró tan sumamente
encantadora, en su desgracia, que le pidió que se casase con él. Así, Ariadna
abandonada por un héroe, acabó casándose con un dios. Teseo, orgulloso de haber
vencido al Minotauro, había olvidado la promesa hecha a su padre de cambiar las
velas. La nave estaba acercándose a Atenas y la vela negra ondeaba aún en el
mástil, en lugar de la vela blanca, como debía. El rey Egeo, desde lo alto de
la Acrópolis, la ciudadela de Atenas, aguardaba impaciente el regreso de su
hijo. Como vio la vela negra, creyó que el Minotauro había devorado a Teseo;
entonces, desesperado se arrojó al mar, desde lo alto de una roca. Y a causa de
este desgraciado incidente, ese mar lleva desde entonces el nombre del rey.
Teseo
fue aclamado por los atenienses, pero se sentía responsable de la muerte de su
padre y no quiso convertirse en rey. Prefirió instaurar la república: desde
entonces, los ciudadanos, reunidos libremente en asamblea, gobernaron ellos
mismos la ciudad. Teseo, no obstante, fue nombrado jefe supremo del ejército y
aún vivió importantes y numerosas aventuras.
Tras
su muerte, los atenienses le levantaron un precioso mausoleo, para que todos
los oprimidos, pobres y esclavos, encontraran allí consuelo, en recuerdo de
aquél que durante toda su vida combatió para proteger a los seres indefensos.
Actividad:
*Leer
comprensivamente el texto
1)
Cuantos párrafos tiene el relato. (Recordar que el párrafo va de una mayúscula
al punto y aparte)
2)
¿Qué acostumbraban los distintos pueblos de Grecia?
3)
¿De dónde surgen los juegos olímpicos?
4)
¿Por qué el rey de Creta dictamino guerra a Atenas? ¿Qué represalia tomo en
consecuencia?
5)
¿Quién era el Minotauro?
6)
¿Quién era Teseo? ¿Por qué se ofreció para luchar contra el minotauro?
7)
¿Que código estableció con su padre para indicarle si vivía o moría?
8)
¿Quién era Ariadna? ¿Por qué ayuda a Teseo? ¿Cómo lo hace?
9)
¿Crees que Teseo fue injusto al dejarla abandonada?
10)
¿Por qué el papa de Teseo se suicida? ¿Cómo nombran al mar luego de su muerte?
11)
Entonces, ¿Que explica el mito leído?
(No
olvides colocar Nombre- Apellido y curso al finalizar la tarea. Un abrazo
grande!)